Profecía: Desafío de Dios
¡ELEGIDO CON 150 AÑOS DE ANTICIPACION!
El profeta Isaías, con siglo y medio de antelación, había predicho que Babilonia sería conquistada por los medos —como efectivamente lo fue—; pero también había anunciado el advenimiento y el nombre del conquistador, ante quien las “puertas de bronce” serían quebrantadas.
Ciento cincuenta años antes del nacimiento de Ciro, Dios ya le había puesto nombre, y le encomendó la misión de emprender la edificación de Jerusalén, que estaría destruida en el tiempo de Ciro —como lo estaba en su época, cumpliéndose así otra profecía—, pues leemos: “Que dice de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado”. “Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual yo tomé por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él; . . . para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán: Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre. Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; te puse sobrenombre, aunque no me conociste . . . Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo, Jehová, y ninguno más que yo” (Isaías 44: 28; 45: 1-6).
Cuando se escribió esta notable profecía, en que se le encomienda a Ciro la reconstrucción del templo de Jerusalén, todavía la capital judía no había sido destruida. Isaías ejerció su ministerio entre los años 745-695 AC, el templo y la capital fueron asolados por Nabucodonosor, rey de Babilonia, tan sólo alrededor del año 604, es decir unos noventa años después de la muerte de Isaías, y Ciro reinó entre los años 538 a 529 AC.
¡Más de ciento cincuenta años después del profeta que vaticinó su nombre, sus extraordinarias conquistas y su disposición para la reedificación del templo!
¿Quién, sino la Mente infinita, para la cual el futuro no tiene secretos, pudo haber dado estas admirables profecías?
Nínive, Tiro, Babilonia permanecen en el polvo de los siglos hasta nuestros días como un testimonio elocuente de que la Biblia dice la verdad. Ciro, cuyo nacimiento y cuyo nombre fueron predichos con más de un siglo y medio de antelación, nos dice con su existencia, sus hechos y su misión, que Dios conoce el porvenir.
¿Y qué diríamos si el espacio nos permitiera analizar las profecías de los capítulos 2 y 7 del libro de Daniel, referentes a los grandes imperios que habrían de sucederse en el transcurso de los siglos, desde Babilonia, cuya duración también fue predicha y se cumplió, Medo-Persia, Grecia y Roma, la subsiguiente división del Imperio Romano y la notable predicción de que nunca jamás volverían a unirse los fragmentos de dicho imperio?
¡Y qué sorprendente nos resultaría comprobar el exacto cumplimiento del vaticinio del profeta Daniel respecto a la fecha del bautismo y muerte de Cristo!
La Biblia abunda en predicciones, que la historia se encarga de confirmar con los hechos.
El estudio de las mismas arroja una evidencia tan abrumadora sobre su veracidad, que no se puede menos que confiar en ella como digna de toda fe.
Sólo el prejuicio, la falta de información en cuanto a su contenido, el temor a que el reconocimiento de su origen superior nos obligue a cambiar de conducta, pueden inducir a su rechazo como de origen divino, como el Libro con un mensaje para cada individuo, y una advertencia a enderezar los caminos torcidos, porque el Juez supremo algún día pedirá cuenta de la conducta de cada cual, porque nos ha hecho seres moralmente responsables de nuestros actos.
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