Profetizó fenómenos astronómicos

 FENOMENOS ASTRONOMICOS PROFETIZADOS

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Pero las señales más inconfundibles, innegables y claras para quienes quieren poner en duda las anteriores, son las relacionadas con tres fenómenos astronómicos, de extraordinaria rareza, para algunos de los cuales la ciencia no puede hallar explicación.

Dice la profecía: “El sol se oscurecerá, y la luna no dará su lumbre, y las estrellas caerán del cielo” (S. Mateo 24: 29).

Los dos primeros fenómenos ocurrieron el 19 de mayo de 1780, al comenzar las 10 de la mañana. Ese día fue tan extraordinariamente oscuro como “la noche más oscura”, según las crónicas de la época, de Nueva Inglaterra. La oscuridad abarcó una extensa zona del este del hemisferio norte y una gran parte del Atlántico. 

La misma no se debió a un eclipse, porque la luna y el sol se hallaban en oposición con respecto a la tierra; es decir, nuestro planeta se encontraba entre los otros astros, en posición tal que era imposible que se produjera un eclipse de sol o de luna.

El astrónomo Herschell, al referirse al famoso “día oscuro”, dijo que su origen no podía ser explicado por ninguna filosofía.

Esa misma noche, la luna apareció roja como sangre, y el fenómeno duró varias horas.

Unos cincuenta años más tarde, se produjo la más extraordinaria lluvia de estrellas fugaces que registra la historia astronómica.

En la noche del 13 al 14 de noviembre de 1833 los meteoritos cayeron en tal profusión que era posible leer un diario de tipo común a su luz fulgurante. Basta leer algunas crónicas de la época para tener una idea de la vivida impresión que produjo en el ánimo de los habitantes de la naciente nación norteamericana este extraordinario suceso.

Cristo dio estas señales como una advertencia de su pronto regreso, y ellas se cumplieron al pie de la letra.


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