Profecías bíblicas como revelación especial
Profecías bíblicas: La revelación especial
La revelación especial generalmente se entiende como la revelación registrada en las Escrituras. La revelación especial fue “dada”. No es algo que los seres humanos, por sí mismos, pueden reconocer. Mientras la revelación general es accesible a todas las personas, la revelación especial es accesible sólo a aquellos a quienes la Palabra de Dios les llega ya sea en forma sobrenatural o por medio de agentes humanos.
Dios se apareció a Noé, a Abrahán, a Moisés y a los profetas del Antiguo Testamento para que conocieran su voluntad. Reveló su poder y propósitos en los eventos críticos de la historia de Israel, y cu la plenitud del tiempo envió a su Hijo, quien manifestó al Padre en la vestimenta de la humanidad. Estas revelaciones especiales han llegado a ser las Escrituras en los sesenta y seis libros del Antiguo y del Nuevo Testamentos. “La Biblia”, dijo la escritora Elena de White, “es la voz de Dios hablándonos tan ciertamente como si pudiéramos oírlo con nuestros oídos” (ELC 136).
Al revelarse a sí mismo a su pueblo sobre la tierra, Dios usó diversos medios. Los más importantes son:
1. Teofanías (apariciones de la Deidad). Los primeros libros de la Biblia registran muchos casos de teofanías. Dios apareció directamente o en la forma del Angel de Jehová (ver Gén. 17:1,22; 18:1; 26:2; 32:30; Éxo. 3:2-6; 33:11; etc.). El Ángel de Jehová -identificado como Dios- fue una manifestación temporaria de Jesucristo mismo. De acuerdo con las Escrituras, ninguno sino el Hijo unigénito puede dar a conocer a Dios (ver Juan 1:18). De este modo, ni Exodo 23:21 . Jehová dijo del Angel de Jehová: “Mi nombre está i n el" E.lc Angel file el mismo que habló con Moisés en el Sinaí (x< i I leí li i <8) y que salvó a Israel de todas sus angustias (ver Isa. 6 1:9),
2. Visiones y Sueños. La Escritura menciona específicamente visiones y sueños como las evidencias de un profeta verdadero (ver Num 12:6). Amos presentó sus profecías diciendo: “Estas son las palabras de Amos [...] Es la visión que recibió acerca de Israel" (1:1, NVI). En el antiguo Israel, los profetas también fueron llamados videntes (ver 1 Sam. 9:9), y la marca distintiva de los profetas falsos o insensatos era precisamente que “nada han visto” (Eze. 13:3).
En todo el Antiguo y el Nuevo Testamentos nos encontramos con personas que recibieron visiones y sueños de Dios (ver Gén. 28:12-16; 1 Rey. 3:5-15; Dan. 2:19,28; 7:1; 10:7, 8; Mat. 1:20; Hech. 10:9-16, etc.).
Los profetas, obviamente, estaban bajo el control del Espíritu de Dios; y es solamente por su capacitación que alguien puede profetizar (ver Núm 11:25, 29; 1 Sam. 10:6, 10). Ezequiel declaró que la mano de Jehová fue “fuerte” sobre él, que el Espíritu lo tomó y lo levantó y lo llevó, y que entró en él y lo hizo ponerse sobre sus pies (ver Eze. 3:14,22,24). Miqueas dijo que estuvo lleno de poder del Espíritu de Jehová para entregar su mensaje (Miq. 3:8). Y en el Nuevo Testamento, Pedro afirmó que los profetas hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 Ped. 1:21).
3. Jesucristo. La revelación más importante y más completa de Dios es la encarnación de Jesucristo. En él, dijo Pablo, “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). Jesús vino al mundo para revelar el carácter del Padre, sus atributos, y lo más importante, el plan de salvación en el que él era el Personaje cen- (ral. Hebreos 1:1, 2 contrasta las revelaciones anteriores de Dios por medio de los profetas con la aparición de Cristo e indica que la Encarnación fue la revelación superior.
La revelación del carácter de Dios culminó en la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. Sus palabras sobrepasaron a las de los profetas y apóstoles. Cuando hablaron los profetas, pasaron el mensaje que habían recibido de Dios; cuando habló Jesús, era Dios mismo el que hablaba. Por lo tanto, él pudo decir: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30) y “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (14:9).
Elena de White escribió: “Dios vio que se necesitaba una revelación más clara que la de la naturaleza para presentarnos su personalidad y su carácter. Envió a su Hijo al mundo para revelar, hasta donde podía soportarlo la vista humana, la naturaleza y los atributos del Dios invisible” (JT 3:264). En Jesús, Dios estaba viviendo entre los seres humanos y les demostraba sus atributos.
A fin de captar para la posteridad las diferentes facetas de la vida de Cristo, el Espíritu Santo inspiró cuatro Evangelios detallando desde diferentes ángulos los tres años y medio tan importantes de la vida de Cristo. La Palabra escrita está subordinada, por supuesto, a la Persona que se revela en sus páginas, pero es el medio que nos lleva tan cerca de la vida de Cristo como podemos acercarnos.
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