Profetisas y profetas

 Profetisas en el antiguo Israel


profecías bíblicas Débora

El liderazgo oficial de la adoración de Dios estaba en manos del sacerdocio aarónico. A diferencia de otras religiones del antiguo Cercano Oriente, la religión hebrea no tenía sacerdotisas. Sin embargo, tenía profetisas. Cinco mujeres en el Antiguo Testamento son llamadas “profetisas”: María, Débora, Hulda, la esposa de Isaías, y Noadías.

María era la hermana de Moisés y Aarón (ver Éxo. 15:20). Débora fue una jueza de Israel (ver Juec. 4:4). Huida vivía en Jerusalén durante el tiempo de Josías (ver 2 Rey. 22:14). En el caso de la esposa de Isaías, profetisa puede haber sido un título honorario (ver Isa. 8:3). Y Noadías, cuyo nombre significa algo como “Yahweh se encontró con una citación”, era una profetisa falsa asociada con Tobías y Sanbalat en oposición a Nehemías (ver Neh. 6:14).

Junto con Moisés y Aarón, María ayudó a conducir a los israelitas fuera de Egipto, y transformarlos en una nueva nación. En Miqueas 6.4, Dios les dijo a los israelitas: Yo te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de servidumbre te redimí; y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María . 

Que ella sea llamada “profetisa” indica no sólo que ella compuso el canto que es ahora parte de las Escrituras (ver Éxo. 15:21), sino también que Dios le habló a ella, algo que ella reclama en Números 12:2. La escritora y educadora Elena de White confirma que María realmente tuvo el don profético.^Aarón y María habían ocupado una posición encumbrada en la dirección de los asuntos de Israel. Ambos tenían el don de profecía, y ambos habían estado asociados divinamente con Moisés en el libramiento de los hebreos” (PP 401). 

De acuerdo con una tradición judía, María llegó a ser la esposa de Hur, quien con Aarón sostuvieron en alto las manos de Moisés en la batalla con los amalecitas (ver Éxo. 17:10-12).

María es recordada principalmente por dos cosas. Primero, después del milagro del cruce del mar Rojo y la destrucción del ejército egipcio, ella dirigió a las mujeres hebreas en un canto de alabanza (ver Éxo. 15:20, 21). Esa fue la hora más importante de María. Ella fue la mujer más conocida de la nueva nación de Israel, y “ocupaba el segundo puesto después de Moisés y Aarón en los afectos del pueblo y los honores otorgados por el Cielo” (PP 401).

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En el antiguo Cercano Oriente los títulos a veces se daban a las esposas o hijas de los oficiales; p. ej., en la Mishnah, la esposa y la hija de un sacerdote son llamadas sacerdotisas.

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profecías bíblicas y profetisas

El segundo evento por el cual se recuerda a María es su rebelión contra el liderazgo de Moisés (ver Núm. 12). La misma clase de celo que había conducido a la caída de Satanás se apoderó del corazón de María, Por cuanto Moisés había aceptado el consejo de su suegro sin consultar a Aarón y María en el nombramiento de los setenta ancianos (ver Éxo. 18), ellos se sintieron dejados de lado. 

"En la organización del consejo de ancianos, creyeron que tanto su posición como su autoridad habían sido menospreciados. Nunca habían conocido María y Aarón la carga de cuidado y responsabilidad que había pesado sobre Moisés. No obstante, por haber sido escogidos para ayudarle, se consideraban copartícipes con él de la carga de dirigir al pueblo, y estimaban innecesario el nombramiento de más asistentes” (PP 402).

Una segunda razón para el celo de María fue el casamiento de Moisés con Séfora (ver Núm. 12:2). 

Algunos eruditos piensan que Moisés se casó con una mujer cusita de piel oscura después de la muerte de Séfora la madianita (ver Éxo. 2:15-21). “En Habacuc 1:7, sin embargo, ‘Cusán” y Madián” aparecen en paralelo, lo que sugiere que los términos pueden ser sinónimos. Siendo que los pueblos de Nubia y de Etiopía eran de piel negra, posiblemente el termino se aplicaba a otros pueblos nómades de piel oscura como los madianitas”.

María puede haber pecado por causa del orgullo de su propia raza. Tal vez le dijo a Moisés que él debería haber elegido una esposa de entre su propio pueblo. Ella complicó el problema al hacer público el asunto, lo que tendió a quebrantar la autoridad de Moisés cutre los israelitas. Hay una ironía peculiar en su castigo. 

Ella se había quejado acerca de la mujer de piel oscura, y fue castigada quedando “leprosa como la nieve” (Núm. 12:10). Su piel blanca no era saludable, y ciertamente no era como para estar orgullosa. 

Moisés intercedió por ella ante Dios, y después de siete días fue sanada de su lepra. Lo más probable es que la lepra de su corazón se fue junto con la lepra de su piel. No se informa más nada de ella, excepto su muerte y sepultura en Cades (ver Núm. 20:1).

Débora, una profetisa y jueza en Israel (ver Juec. 4; 5), debe haber sido una mujer extraordinaria. En una sociedad dominada por los hombres, ella llegó a ser la dirigente política y espiritual de toda una nación, algo que pocas mujeres alcanzaban en esos días.

Durante veinte años, los israelitas crujieron bajo el yugo de Jabín, rey de Hazor. Finalmente, ellos recordaron su pasado, abandonaron su idolatría, y con corazones arrepentidos, clamaron a Dios pidiendo liberación. 

Y Dios los oyó. Sin embargo, el libertador que Dios envió no era un hombre, sino Débora, una mujer bien conocida por su piedad. Ella también era conocida como profetisa, y en ausencia de los magistrados comunes, ella llegó a ser jueza para su pueblo, quienes venían a ella pidiendo consejo y justicia.

“El Señor comunicó a Débora su propósito de destruir a los enemigos de Israel, la invitó a que buscara a un hombre llamado Barac [...] y le hiciera saber las instrucciones que ella había recibido. Fue así que ella buscó a Barac y le indicó que reuniera a diez mil hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón e hiciera guerra contra los ejércitos del rey Jabín” (RJ 321).

La batalla entre los israelitas y los cananeos en el valle de Jezreel -también llamada la llanura de Meguido- llegó a ser un símbolo de la intervención de Dios en el castigo sobre las naciones y un símbolo de la liberación de su pueblo (ver Joel 3:12-16). En consecuencia, en el libro del Apocalipsis, la batalla final entre el bien y el mal es llamada la batalla de Armagedón (ver Apoc. 16:12-16).

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Meguido, de donde puede venir la palabra Armagedón (“monte de Meguido”), estaba a un lado de la llanura de Jezreel. Pero fue de un monte (monte Tabor) que Dios había designado previamente que Israel saliera a obtener la victoria contra la hueste que Dios había dicho que sería reunida contra ellos en ese valle.

De este modo, los 144.000 del Israel de Dios en el tiempo de la sexta plaga, como los 10.000 del Israel antiguo en las faldas del monte Tabor, han de mirar a Dios esperando liberación de sus opresores. Han de tomar su posición sobre el monte de la fe y obediencia, que domina el valle de la liberación.

Después de la derrota del ejército de Jabín, Débora asignó a Dios toda la alabanza por la victoria (ver Juec. 5:3-5,13). Ella rehusó aceptar alguna gloria para sí misma o para Barac. Como una “madre en Israel” (Juec. 5:7), ella siguió vigilando a su pueblo con sus cuidados y consejos maternales y ayudándoles en su búsqueda de justicia.

Las profecías bíblicas y la Historia antigua señalan inequívocamente la intervención de Dios en el pasado, presente y futuro de la Humanidad. ¿No hemos de ser prudentes en creer y aprovechar los tiempos de oportunidades, ya limitados, que el Todopoderoso nos da?


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