Evidencias de las profecías bíblicas
EVIDENCIAS DE LA DIVINIDAD DE LAS PROFECÍAS BÍBLICAS
El origen divino de la Biblia o Sagradas Escrituras (libro totalmente profético) está confirmado multitud de veces por el cumplimiento maravilloso de sus profecías, algunas de las cuales abarcan siglos de historia. Es un hecho, que no necesita demostración, que el hombre no puede predecir el futuro.
Ignora hasta las contingencias del minuto o segundo próximo y, con más razón, lo que acontecerá el mes o año siguiente. ¡Cuánto más oscuro es para la mente humana el desenvolvimiento de la historia del mundo con décadas, centurias y milenios de anticipación!
Pero la Biblia ha predicho con muchísima antelación sucesos futuros relacionados con la historia humana, que luego el desarrollo de los acontecimientos históricos confirmó plenamente. Tales son, por ejemplo, las predicciones respecto al advenimiento y la caída de los imperios de Babilonia, Medo Persia, Grecia y Roma, y la división de este último en las diversas naciones europeas.
Larga sería la exposición de la profecía del capítulo 2 del libro de Daniel, donde se bosqueja la historia mundial desde sus días hasta el fin de los tiempos. Pero todos sabemos que los imperios mencionados vinieron a la existencia y sucumbieron, conforme a la predicción divina.
También sabemos que sobre las ruinas del imperio romano se levantaron las actuales naciones de Europa. Pero queremos destacar dos detalles de dicha profecía, porque son muy significativos por las consecuencias políticas para dicho continente en nuestros días.
De los fragmentos del imperio romano, o sea de las naciones que surgieron en su territorio, la profecía dice categóricamente: “No se pegarán” (Daniel 2:41-43), o no se unirán. Contra estas tres palabras milenarias se estrellaron el empeño, la fuerza o la diplomacia de Car- lomagno, Luis XIV, Napoleón Bonaparte, Guillermo II de Alemania, Mussolini e Hitler.
Pero la profecía también agrega que la unión de Europa se trataría de realizar mediante el casamiento entre las casas reinantes: “Mezcla- ránse con simiente humana, mas no se pegarán”. Conforme a la predicción, antes de la primera guerra mundial, prácticamente todas las dinastías europeas estaban emparentadas, pero eso no impidió el primer conflicto mundial.
¿Quién, sino la Divinidad, pudo prever los acontecimientos de nuestros días con 2.500 años de anticipación?
En los capítulos 24, 21 y 13, respectivamente, de los tres primeros Evangelios se predice con toda claridad y precisión la condición política y social de nuestros días. ¿Quién, sino la Providencia pudo anticiparla con casi veinte siglos de antelación?
Siendo el futuro un libro cerrado para el hombre, la Biblia, que lo revela tan claramente, tiene que ser forzosamente inspirada por Dios.
Por otra parte, la perfecta unidad de pensamiento y de propósito de la Biblia, a pesar de ser escrita por unos cuarenta autores provenientes de diferentes estratos sociales, en un período de alrededor de dieciséis siglos, revela que todos ellos fueron guiados por una Mente maestra y superior.
Algunos de los escritores bíblicos complementan predicciones hechas por autores anteriores a ellos, y luego el curso de la historia confirma la verdad de lo predicho con tanta anticipación.
Este hecho sólo puede explicarse por la intervención de Dios, que guió el pensamiento de ellos sobre cosas que ignoraban por pertenecer todavía a un lejano futuro.
Ningún otro libro ha ejercido una influencia tan poderosa sobre los pueblos y sobre los individuos; ninguno habla con tanta sinceridad y franqueza al corazón, con tan profundo conocimiento de la naturaleza humana.
La Biblia tiene el poder de cambiar la personalidad del hombre, de regenerar y elevar la vida de cualquiera que se ponga bajo su influencia bienhechora.
La Biblia habla con la autoridad de Dios, porque ella es su Palabra viviente y todopoderosa.
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