La profecías bíblicas se entienden

 ¿ES DIFICIL ENTENDER LAS PROFECÍAS DE LA BIBLIA?

A pesar de que la Biblia (libro profético por excelencia) ha sido dada al hombre para su beneficio espiritual, hay quienes sostienen que ella no puede entenderse sin el auxilio de personas versadas, de la jerarquía eclesiástica, pues el individuo, careciendo de suficientes conocimientos teológicos, no está en condiciones de desentrañar la verdad religiosa.

Sin desconocer la ayuda que puede ser la consulta a hombres compenetrados de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, éstos no son, en última instancia, los intérpretes de sus doctrinas, sino el Espíritu Santo, agente mediante el cual los “santos hombres de Dios” escribieron los diversos libros que componen la Biblia.

Decimos “intérpretes” porque en las Escrituras hay partes fáciles de comprender y otras más difíciles, que requieren un estudio más diligente. Pero todos pueden conocer los fundamentos básicos para su propia salvación, porque con ese objeto Dios se reveló en su Palabra.

Dice el apóstol San Pablo en la Epístola a los Hebreos: “Porque debiendo ser ya maestros a causa del tiempo, teneis necesidad de volver a ser enseñados cuáles sean los primeros rudimentos de las palabras de Dios” (Hebreos 5: 12). Hay, pues, porciones de fácil comprensión —rudimentos—, asequibles sin mayor estudio. 

entendiendo profecías bíblicas

Hay, en cambio, otras cuyo significado sólo se hace claro luego de una investigación diligente hecha con el propósito de hallar la voluntad de Dios. Al respecto, dice el apóstol San Pedro, refiriéndose a algunas cartas del apóstol San Pablo: “Y tened por salud la paciencia de nuestro Señor; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito también; casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para perdición de sí mismos” (2 S. Pedro 3: 15, 16).

Por otra parte, está el mandato de Cristo: “Escudriñad las Escrituras” (S. Juan 5:39). El escudriñamiento es una búsqueda diligente, activa e interesada, no una lectura superficial de la Biblia. Implica que muchas de las verdades espirituales están ocultas para el lector descuidado, pero implica también la posibilidad de hacerlas nuestras. Porque si ello no nos es posible, la orden de Cristo no tendría sentido.

El conocimiento de las Escrituras se garantiza en estas palabras del Señor: “El que quisiere hacer su voluntad [la de Dios], conocerá de la doctrina” (S. Juan 7-: 17). Porque el verdadero intérprete de la Biblia, el Espíritu Santo, se promete a todo investigador sincero. Dice el Señor: “¿Cuál padre de vosotros, si su hijo le pidiere pan, le dará una piedra? o, si pescado, ¿en lugar de pescado, le dará una serpiente? O, si le pidiere un huevo, ¿le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidieren de él?” (S. Lucas 11: 11-13).

Como por medio del Espíritu Santo fueron dadas las Escrituras (2 Timoteo 3: 16; 2 S. Pedro 1: 21), nadie mejor que él para revelar el significado de los escritos sagrados. Y Dios está dispuesto a darnos esa ayuda todas las veces que se lo pedimos para entender su Palabra y obedecerla (Santiago 1: 5, 6). De manera que las Escrituras pueden ser entendidas por todo investigador sincero.


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