Profecía bíblica y LA UNICA SOLUCION
UNA LUZ PROFÉTICA EN LAS TINIEBLAS
En esta hora de oscuridad y angustia para el mundo, cuando todo parece estar perdido, hay una luz que nos señala el camino de la salvación. La profecía bíblica es la única luz que resplandece en las tinieblas de la desesperación que nos rodean y que el hombre mismo ha creado para su propia angustia. Fuera de ella sólo hay sombras densas e impenetrables que ocultan el porvenir.
¿No es, pues, natural que encaminemos nuestros pasos hacia ella en busca de una posible seguridad, ya que no existe, lógicamente, según nos dicta la razón, ninguna otra vía de escape, sino el aniquilamiento, pronosticado por los sabios?
Esa luz es la promesa de Dios referente a un mundo nuevo, infinitamente mejor que el que conocemos, y del cual todos pueden participar si realmente lo desean.
No dudamos que el fuerte prejuicio contra lo sobrenatural puede inducir a algunos a no admitir una solución divina para los males del mundo. No así el cristiano, cuya religión se fundamenta en lo sobrenatural.
Pero el prejuicio no es sino una forma de creencia, y la creencia para que merezca adhesión debe estar corroborada por evidencias, hechos y raciocinio en medida suficiente que convenza a la razón de que tiene todas las probabilidades de ajustarse a la realidad. No debe basarse en meras opiniones.
Cuando se examina la solución divina, no sólo resulta la más hermosa esperanza humana, sino que su realización aparece garantizada por el cumplimiento de una cantidad de hechos previos, que forman parte del plan divino, y que dan la seguridad de que el fin último del mismo, la redención humana, también se cumplirá.
No hay duda alguna que creer en ella requiere fe, como también se la necesita para creer que, por ejemplo, el trazado de una línea férrea, o de un camino, llegará hasta determinada población, aun cuando los obreros se hallen en plena labor, porque todavía su finalización es un hecho futuro, abstracto, que no se puede ver ni palpar. Sin embargo, el plan trazado y los hechos cumplidos nos convencen de la ejecución final de la empresa.
Exactamente lo mismo ocurre con el propósito de Dios. Nos ha revelado, por las profecías bíblicas, qué es lo que va a realizar. Sin embargo, el cumplimiento de su promesa está todavía en el futuro. Pero los pasos previos, las profecías ya cumplidas, indican claramente que la cristalización del plan divino será pronto un hecho consumado.
Proceder racionalmente en forma distinta en ambos casos, frente a realizaciones futuras, mostraría una inconsecuencia lógica insostenible.
Pues bien, veamos primero en qué consisten las promesas de Dios, y luego veamos los hechos ya cumplidos en relación con el plan divino para asegurarnos si los mismos inspiran fe en la realización final de la gran esperanza cristiana: la renovación de todas las cosas. Siga recorriendo los contenidos proféticos bíblicos.
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